Cubierta edición alemana |
«Tampoco entonces los representantes de este movimiento se conformaban con la confesión de que más allá del lenguaje y el pensamiento está el misterio impenetrable. Querían penetrar en las zonas oscuras, y con esta exigencia, el lenguaje y el pensamiento tenían que hacerse elásticos y extenderse. Movilizaron un nuevo ejército de metáforas. Lo que se tenía por irracional, se encerró en una red de racionalidad ampliada».
A nadie debería sorprender que ese ejército voraz enviado a las oscuras fronteras de la irracionalidad fuera seguido y vigilado de cerca por los custodios de la razón, y que Frege diera curso en ese fin de siglo a los primeros trabajos sobre semántica. A las puertas del siglo aún esperaba Wittgenstein para completar una primera revisión filosófica del lenguaje en su Tractatus Logico-philosophicus (1921), un esfuerzo que culminaría en su propia obra posterior y que se vería completado con la difusión por el positivismo de las propuestas del Círculo de Viena.
La pregunta que ahora podemos hacernos es: ¿y qué es hoy de aquellas beligerantes metáforas? Pensar que todas permanecieron fieles a la razón sería de ilusos. Remitiéndonos a la historia vemos que no pocas se afincaron en la irracionalidad, basta recordar aquellas que sirvieron al desaforado eugenismo. Otras por fortuna llegaron a iluminar el lenguaje dotándolo de nuevas facetas, de modo que pronto tuvo cabida en él un realismo mucho más sutil que el decimonónico. Por último, unas cuantas -pienso en el átomo, los anticuerpos o los agujeros negros, por ejemplo- se han encarnado en la ciencia y siguen vivas en ella.
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