martes, 2 de noviembre de 2010

Las metáforas voraces


Cubierta edición alemana
Ver a través de un movimiento, a veces desordenado y dramático, el impulso que lo genera sólo está al alcance de los más perspicaces. En su ensayo Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán (2007), R. Safranski examina todo el curso decimonónico de la escuela romántica. Intentando explicar la vigencia de su ideario histórico en el entresiglo vienés, Safranski llega a tocar el nervio capital de la criatura al fijar su atención en el permanente impulso lingüístico que alimentó desde la filosofía y la literatura a ese movimiento.

«Tampoco entonces los representantes de este movimiento se conformaban con la confesión de que más allá del lenguaje y el pensamiento está el misterio impenetrable. Querían penetrar en las zonas oscuras, y con esta exigencia, el lenguaje y el pensamiento tenían que hacerse elásticos y extenderse. Movilizaron un nuevo ejército de metáforas. Lo que se tenía por irracional, se encerró en una red de racionalidad ampliada».

A nadie debería sorprender que ese ejército voraz enviado a las oscuras fronteras de la irracionalidad fuera seguido y vigilado de cerca por los custodios de la razón, y que Frege diera curso en ese fin de siglo a los primeros trabajos sobre semántica. A las puertas del siglo aún esperaba Wittgenstein para completar una primera revisión filosófica del lenguaje en su Tractatus Logico-philosophicus (1921), un esfuerzo que culminaría en su propia obra posterior y que se vería completado con la difusión por el positivismo de las propuestas del Círculo de Viena. 


La pregunta que ahora  podemos hacernos es: ¿y qué es hoy de aquellas beligerantes metáforas? Pensar que todas permanecieron fieles a la razón sería de ilusos. Remitiéndonos a la historia vemos que no pocas se afincaron en la irracionalidad, basta recordar aquellas que sirvieron al desaforado eugenismo. Otras por fortuna llegaron a iluminar el lenguaje dotándolo de nuevas facetas, de modo que pronto tuvo cabida en él un realismo mucho más sutil que el decimonónico. Por último, unas cuantas -pienso en el átomo, los anticuerpos o los agujeros negros, por ejemplo- se han encarnado en la ciencia y siguen vivas en ella.

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