lunes, 15 de noviembre de 2010

Nunca sueñes con el paraíso



Para quienes hacen de la serenidad una variante de la ilusión el principal argumento es esa entrada en reposo y ese despegue que nos hace flotar mientras dejamos la tierra tras nosotros. A veces la música parece seguir ese guión y transportarnos muy lejos. Un ejemplo lo tenemos en la ordenada instrumentación inicial de este trío de Brahms, con el piano, el violoncello y el violín ofreciendo su peculiar recitado del tema. Una vez reunidos la primera sensación es de balsámico efecto, de mágica concordia y avenimiento. Pero el que pretenda convertir la música en una variante de ese reposo ciego, ya sea terrenal o beatífico, se equivoca. Tomado por terrenal, pronto se convierte en un sentir aterrado, en el temor del que reconoce la naturaleza frente a sí. Poco a poco el sonido va dejando en sus oídos oleaje menudo, mientras su mente genera mar de fondo. Al que lo toma por beatífico le espera la caída al volver en sí y verse sorprendido por el vaivén del viaje. Al que sigue al trío en su desarrollo no le extraña esa pugna natural, reforzada con brío. La música no conduce a la ilusión, la música devuelve a la naturaleza su severo compás y con él trastoca todos los sueños que celosamente guardamos dentro. Cuando emprendemos un viaje musical nos aventuramos a recorrer horizontes atormentados, en el borde de nuestro tenebroso océano y a riesgo de vernos arrastrados mar adentro.


Piano Trio nº 1 en si mayor, Op. 8, Johannes Brahms
Inicio primer movimiento Allegro con brio
Julius Katchen (piano), Josef Suk (violín), Janos Starker (cello)
Decca, London, 1969


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