lunes, 11 de abril de 2011

Amores herculanos


Orpheus singing (1948), G. Marcks.
Adornado por silvestres galas, en busca de urgente tálamo donde ahondar con ímpetu fogoso, es Hércules quien llega y con alardes a todos desprecia. A la tierna música se declara sordo y a las calenturas propenso, mal si las ventila a mano pronta, peor si corto de pulso se agarra firme a las cuerdas y pretende como Orfeo tañerlas. Agotado entre estridencias, cae rendido el pupilo, y de súbito Hércules en la floresta despierta con el garrote bien tenso, devorado por dos panteras.

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