Iglesia de San Miguel, Ayapa (Tabasco). Peachbkg/Flickr. |
El irónico destino ha hecho que esas voces verdaderas sean hoy dos, las de los últimos hablantes de una lengua, el ayapaneco, que desaparece, y que su verdad, aunque casi muda, esté en disputa. Dicen que tanto Manuel Segovia como Isidro Velázquez son gente reservada, dicen también que están mal avenidos y por eso no se hablan. Su lengua, la que ellos denominan Nuumte oote o la «voz de la verdad», ya no fluye y la verdad, que ambos representan frente al mundo, ha quedado en suspenso. Han decidido desoír la antigua voz que recibieron y llevarla a su final en silencio. Hay quien dice que no será gran trastorno, que era una verdad reducida, que es un mundo pequeño. Cuando su camino concluya, deberemos también concluir que sin esa mirada nuestro mundo también será un poco más pequeño.
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