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Anna Pavlova, NYPL |
Para el que baila, seguir los pasos no significa conocer ni aceptar puntos de fuga. Esa llamada al desvarío puede estar incluso pautada, pero ni deja huella, ni fija caminos. En algún momento el que baila deja de ser, está mentalmente fuera de tiempo y lugar, y aunque ajeno a todo, en su cuerpo se pertenece. Su identidad, dinámicamente expresada, rehúye toda nominación; en la armonía de sus gestos esa identidad inconfundible se naturaliza.
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