Cuando sobre una melodía la voz se alza libre, no siempre agrada asistir a su precipitada entrega a otras voces acompañantes. Puede que su desembocadura en el coro refuerce el volumen que la melodía no conseguía, pero dejará en evidencia el corto alcance de aquella primera voz. Si por el contrario, la voz sale al encuentro de ese mismo coro, o de un grupo de instrumentos concertantes, pronto asistiremos a un contraste de timbres y de tonos que sólo el buen oficio armónico logrará equilibrar, estructurar y encauzar. Y es que, acostumbrados en esto de la música a explorar el registro emocional, se nos olvida que hay en sus obras mucho de argumento arquitectónico, de debate más o menos tenso entre las voces participantes.
A la obligada pregunta de qué queda de toda esa arquitectura cuando sólo hay una voz, la mejor respuesta sería la espléndida voz de Maddi Oihenart. Sin más respaldo que el contrabajo, ella sola disipa ese espejismo de que una voz en solitario siempre sabrá a poco y confirma que la voz libre es un argumento musical poderoso. En ella obra e interpretación prácticamente se confunden y ofrecen una resolución musical del todo personal. Eso no implica un canto llano, monocorde y carente de relieve, sin argumento armónico. Si una voz libre encuentra, como en este caso, las palabras justas, escuchamos en la melodía el aliento de su intérprete. Con una entonación firme y bien afinada, pronto ese aliento queda prendido en el discurso melódico, alternando la intensidad con gráciles quiebros de la voz. Todo ello completa un juego vocal sobrio y elegante, resumen de un estilo muy propio, con resonancias en el canto popular, más en concreto en las pastorales suletinas, pero cercano también a la canción urbana, a los cantantes parisinos de los 60.
Con todo es imposible disociar a Maddi Oihenart de su valle pirenaico, de su Zuberoa natal, de su entorno vital vasco. La canción, basada en el poema Ikusiko dira berriz de la escritora labortana Itxaro Borda, quiere ser una invitación a la esperanza en un mundo mejor, en el que las penas más resistentes y cercanas pronto podrán quedar aliviadas. Canta así Maddi en su primera estrofa:
Ikusiko dira berriz, Veremos de nuevo
Osto berdeak igitzen, las hojas verdes temblar,
Erreka idorrak erriz, los ríos secos reír
Gerezitziak lilitzen. y los cerezos florecer.
Ikusiko dira berriz, Maddi Oihenart,
Txema Garcés, contrabajo,
Album: Hari Biru, 2007.
1 comentario:
Me encanta esta música. ¡Interesante!
Publicar un comentario