Ver en la noche tres luces y contarlas. Así empieza Pantierno el cuento, con el dedo de luz en luz, hasta pedir tres deseos. Entonces su cara se enfosca, se ven rodar tres finas lágrimas y cuenta luego sus tres muertos.
Como quien lleva nubes entre manos y guarda ahí celoso su secreto, Pantierno señala su cielo. Nadie espera que traiga aguaceros, pero si se le apura entre risas, descarga un diluvio certero con aguas y aromas bien recios.
Frente al arriate de flores, Pantierno vigilaba paciente el lento paso de la sombra. Cuando ésta cubría una flor, la cogía con un manso y cálido arrullo, luego doblaba uno a uno los pétalos y cerraba por completo el capullo.
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