A raíz de su muerte traigo aquí a Martin Gardner, escritor quizá anónimo para muchos, pero el más reconocido, y hasta la semana pasada en activo, de los especializados en cuestiones de matemática general y sus curiosidades. Pertenecía a una sorprendente saga, la de autores de problemas, enigmas y paradojas matemáticos. Un género en el que en otros tiempos participaron directamente casi todos los matemáticos. La faceta más seria y docta, de la que se han surtido desde entonces las matemáticas, dio paso a otra con una orientación más recreativa e informal. Quizá haya que tomar a Jacques Ozanam en sus Récréations mathématiques et physiques (1694) como el iniciador de esta nueva faceta, que tuvo su mayor desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Algunos de los problemas clásicos de esa época aparecen recogidos en el famoso libro de Henry Dudeney Amusements in Mathematics (1917). Ya en el siglo XX, el género despegó en vuelo libre y tuvo cultivadores entusiastas y escuela propia en Rusia, en Alemania y finalmente en Norteamérica.
Heredero de esa tradición, Gardner ha sido el más conspicuo entre los practicantes de este género, sin duda singular, aunque no tan secreto como se pudiera creer. Para quienes lo desconocen la primera toma de contacto suele llegar a través de sus colecciones de artículos periódicos para el Scientific American. Y a quienes logran superar su temor a las matemáticas con esas excelentes viñetas, les queda por consultar toda su obra crítica, filosófica y divulgadora de la ciencia. Polemista y escéptico militante, hizo una cumplida defensa de sus posiciones filosóficas en su autorretrato Los porqués de un escriba filósofo, publicado hace ya 20 años. Hay en su obra también muchas y muy agudas incursiones en el terreno de la literatura. Le debemos, por ejemplo, una interesante edición anotada de las dos Alicias de Lewis Carroll, con la que marcó un punto de vista por entonces enteramente nuevo.
Habrá ocasión de volver a todas esas obras, pero hoy presento aquí, a modo de homenaje, una de las muchas paradojas contenidas en sus libros. Se trata de una paradoja visual de las llamadas de disección. En ella la reordenación de las porciones que forman un triángulo, da lugar a la pérdida de una pequeña parte de su área. Martin Gardner la atribuye al mago amateur Paul Curry, que la ideó en 1953, y la incluye en su colección Mathematical Magic and Mystery de 1956.
La paradoja, conocida como del área desaparecida, adquiere en este encomio fúnebre, por encima de su carácter lógico, un tono metafórico. En ese área desvanecida seguimos la suerte mágica de Gardner, cuya marcha deja un hueco sensible, aunque sepamos con certeza que aún sigue por ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario