sábado, 29 de mayo de 2010

Moisés enseña el juguete


Son portada hoy de varios periódicos imágenes de la venta en España de los primeros Ipad de Apple. Sorprende un poco todo ese estrépito informativo, cuando a otros asuntos innovadores como la vacuna de la malaria, por ejemplo, no les acompaña, o directamente se les niega, tal promoción. La historia de ciertos robots empieza a ser una boba historia de amor, a la que seguirá de seguro una secuela de amarga frustración al no verse el pagano usuario correspondido en la medida del entusiasmo desplegado, y que culminará necesariamente con una fase destructiva. En algunos sobrevendrá un melancólico rechazo, que puede llevarles en su desolación a virar de forma radical de la solución Apple Corp. a la más económica de Papel & Lápiz, mientras que con otros, en los que el odio se cebe, asistiremos a golpes, estragos, despieces o el socorrido aplastamiento como fórmula ritual de desahogo frente a los abusos y la mofa de la máquina. Nada nuevo.

Moises Jobs y su tabla para una nueva era

Los medios cazarán con seguridad al primer propietario de un Ipad, que exultante se dirigirá a las cámaras para hacer saber al mundo que «como en New York (sic) se había agotado el stock y llevaba medio año sin dormir esperando hacerme con el invento, decidí hace tres días montar cola ante la puerta de los almacenes para hacerme con el primero que se vendiera en España». Suelen llamar a esto reportaje de calle o contextualización social de la noticia y sirve de lanzadera para mover el mercado. Otro recurso un poco más selectivo, pero con el mismo fin lanzador, consiste en distribuir unos cuantos artilugios entre gentes «del arte y la cultura» para que los «testeen» sin testigos, a solas. La propuesta puede parecer hasta obscena, pero casi siempre finaliza con la salida a los medios del elegido, entregado a cantar virtudes, aunque en privado quizá no haya dado ni con la tecla de encendido. Con esa fe se presentan radiantes como los profetas de la nueva era, luciendo en una mano su contrato de oráculo y con la otra apretando la tabla contra su pecho como el mismísimo Moisés. Para no dejar nada en el aire, estos afirman también que tras su retiro han avistado la tierra prometida.


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