lunes, 17 de mayo de 2010

Plata y bronce


Portillo de la Cañada, Sierra de Leyre
Este escabroso paso dejaba ver al fondo una luminosa salida. La niebla hacía si acaso más animosa nuestra subida a través de este último y reluciente trecho a los altos de la sierra. Ahí la entalladura se abre rigurosa en su borde rocoso, pero nadie ha podido impedir la acometida de todas esas frondas que la envuelven y que le dan ese aire sombrío y tenebroso. Por delante y a la vista, quedaba aún ese último esfuerzo. Y en ese momento quiso la fortuna que allá abajo comenzaran a repicar las campanas de la abadía. Era mediodía, ascendíamos por esa escalinata plateada y, de repente como aupados por las nubes, llegamos arriba casi en volandas.

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