domingo, 16 de mayo de 2010

Tanteando la síntesis


En la Realschule de Linz a los once años

Además de compartir durante un año la misma escuela, tanto Wittgenstein como Hitler se conocían de memoria Die Meistersinger von Nürnberg, la conocida ópera de Wagner. Algo de sus enseñanzas se barrunta en la filosofía del lenguaje de Wittgenstein y seguramente también se podrían encontrar ecos de su argumento en el comportamiento hitleriano. No en vano el tema en cuestión, el valor y sentido de las normas, tiene allí un tratamiento que bien podríamos calificar de típicamente germánico. En principio no habría problema para hacerlo extensivo a cualquier disciplina, pero será mejor atenernos al caso de la creación formal que es el que da argumento a la ópera. En ella la paradoja crucial gira en torno a las reglas establecidas, cuyo sentido es dar continuidad a la disciplina pero cuyo destino es verse rebasadas en un nuevo criterio estético, que gozará de mayor favor y encontrará mejor sintonía con el público. En el Preludio de la ópera, uno de los aprendices de cantor, David, le instruye así a Walther, el recién llegado caballero:

         Mi Señor Caballero, así es como ocurre:
        el poeta que con méritos propios,
        compone una nueva melodía con los tonos de los Maestros
        pero con sus propias palabras y rimas,
        es reconocido como "Maestro Cantor".


A medida que progresa el argumento, la tensión a la que se ven sometidas las normas conduce a su resolución, en la que un oficiante de la disciplina, además de consagrarse maestro, sentará en ella una nueva norma. Es precisamente a este maestro, cuyo oficio va más allá del talento, al que se le llama genio. El tema e incluso la propia aceptación de la genialidad son cuestiones controvertidas. Traigo aquí los esfuerzos, recogidos en un cuaderno de Wittgenstein, tendentes a delimitar esa crítica diferencia entre genio y maestro en un breve aforismo. En la misma época en que se fragua en sus Philosophische Untersuchungen la idea de juegos de lenguaje con la consiguiente reorientación de las reglas lingüísticas, en sus Vermischte Bemerkungen (unos comentarios variados publicados en 1977) aparecen hasta cinco tentativas de aforismo, todas ellas correspondientes al año 1943.


     1- Genio es lo que hace olvidar el talento del maestro.
     2- Genio es lo que nos hace olvidar la destreza.
     3- Donde el genio es delgado, se puede transparentar la destreza (El 

        preludio de Los maestros cantores).
     4- Genio es lo que hace que no podamos ver el talento del maestro.
     5- Sólo donde el genio es delgado, puede verse el talento.


Poco quiero añadir, pero sí destacar al menos el empeño de Wittgenstein en dar acabada forma a su idea inicial. Es discutible el progreso en las sucesivas versiones, particularmente en lo poético, pero la concisión es sin duda norma predominante. Basta observar que cada versión hace contadas y equilibradas altas y bajas conceptuales. Es en la tercera donde resulta más inspirado, hasta el punto de apuntar su fuente literaria. Tras un retorno, un tanto recargado, a las dos ecuaciones iniciales, alcanza una mejora de la tercera que da por buena como versión final. Por encima de cualquier otra valoración, la serie de intentos muestra la complejidad de aquellos procesos creativos (poéticos, musicales, matemáticos) en los que se impone el objetivo de lograr simultáneamente una síntesis formal y conceptual.

Jugando con los cinco intentos, con la ópera y con la síntesis, nada puede ilustrarlo mejor que un fragmento del quinteto Selig wie die Sonne de Meistersinger. La soprano que lleva la voz cantante es Elisabeth Schumann. La London Symphony Orchestra la dirigía John Barbirolli y corría el año 1931.




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