Este es un dios que dispara siempre a la cabeza, porque quiere hacernos suyos pero de corazón.
Este otro a falta de genética se dice padre y de todos reclama piedad, declarando impíos a quienes se saben huérfanos.
Este último dios enmudece entre rayos y truenos, pone humo a los desastres y se arroja al cielo en señal de duelo.
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