Cuando la historia se repite es para mal, en el bien parece que cede de continuo a lo natural, una falsa estancia donde el mal es excepción y apenas se tiene en cuenta. El de los europeos en las Indias es un tema con múltiples facetas, pero en ninguna faltan los abusos y resabios aprendidos con anterioridad, de cuyas atrocidades apenas se informó, sobreviviendo ajenos a buen juicio. Por eso la historia se repite. Retrocedamos, por un momento, a la ‘toma de contacto’ de los europeos con las Islas Canarias en el siglo XV. Todo tiene ahí un aire de ensayo general, de lo que vendría un siglo después, pero las enseñanzas del episodio no llegaron a tiempo de evitar dramáticas repeticiones. Entre otras, las insidiosas guerras por sorpresa, los estragos y calamidades entre la población nativa y el comercio con los vencidos como esclavos. En fin, que todos los imperios acaban en Roma.
Tener por paladines a los invasores normandos y andaluces es un poco ingenuo, tomarlos por fundadores de una nueva y noble estirpe canaria es hacer épica del abuso. En esto cumplió la Ilustración, que puso las cosas en su sitio. El canario José de Viera y Clavijo, dedicó parte de sus extensas Noticias de la historia general de las islas de Canaria, obra escrita entre 1772 y 1773, a esa convulsa época de las Islas. Ya en el prólogo pone en solfa la calificación de afortunadas, y corrige: «El Principe de la Fortuna no fue Soberano de las Islas; fuélo de la fama de su existencia, ó quando mas, de los Aventureros que acudían a saquearlas». Como heraldos del infortunio, el ilustrado sólo podía reconocer en estos adelantados a buscadores de provecho, sin derecho de soberanía alguno: «se intitularon Reyes; pero no lo eran de vasallos, sino de Esclavos y Cautivos».
En conquistas tan celebradas todo el alarde de prepotencia y humillación debería atribuirse con igual razón a Castilla y Portugal, que sin escrúpulo ofrecieron a la aventurera tropa su patrocinio. Como señala Viera: «Se conocía muy bien que nuestros Heroes eran hombres, y hombres reos de Lesa-humanidad». Mejor sería decir reos de una lesión bien conocida, rara entre los héroes y común en aquellos que se amparan con ventaja en el poder de las armas. Ahora bien, si siempre se supo que no eran héroes, ¿porqué no hubo rey que creyera oportuno admitirlo? De haber habido buen juicio, quizá nos hubiéramos ahorrado su odioso retorno a escena en el siguiente y en posteriores siglos.
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