—Daré un paso adelante y otro atrás para que me veas. ¿Vale?
—Creo que he visto algo. Pero vuelve, por favor.
—Lo que has visto por un instante es sólo tu miedo.
—No, no es verdad. Ya sé que estás ahí.
—Puede que sí, pero igual me confundes con tu miedo.
—El miedo no es algo que se vea.
—Muévete un poco, quizá entonces lo veas más claro.
—Sí, pero si avanzo, tendré que saber a dónde voy.
—Debería de bastarte con escuchar mi voz.
—Tendría que verte para fiarme de ti.
—Verme no te ayudará, ver tu miedo sí.
—A ti no te temo, lo que temo es no verte.
—Da un paso,y por el momento bastará.
—Sí, bastará para darme un susto
—Sería mejor que condenarse a estar esperándolo.
—Con un poco más de luz, algo de confianza, igual podría…
—Al que está parado como tú, de nada le sirve la luz.
—Oye, que tener miedo no es estar ciego.
—Ciego ya estás, porque no ves cómo te puede el miedo.
—El miedo nunca me impediría verte.
—Cuando me has visto no me has reconocido.
—Pero, ¿quién eres tu?
—Vamos, ven y mírame, porque si no seguirás ciego y, como el miedo te pueda, quizá mañana ya ni soportes mi voz.