Mujer purépecha, Clifford V. Johnson (2010) |
Mal vamos si para dignificar una lengua, el castellano en este caso, hay que ir sentando reales en las ajenas. De esta lengua en que escribo es conocido su escaso respeto por las restantes. Dos ejemplos, para no abundar: uno, hasta hace cuatro días todavía se traducían los nombres propios de otras lenguas (Guillermo Shakespeare); otro, es la única lengua que acepta las voces de su latín matriz tras someterlas a una vergonzante acentuación (álbum). Con lo de querétaro, basta tirar de Wikipedia para comprobar que es nombre propio vinculado a Santiago de Querétaro y proveniente del topónimo k'erhiretarhu, que en lengua purépecha podría significar lugar del gran pueblo o de la roca.
Es un poco humillante, casi insultante, que el proponente de la palabra, un actor mexicano, pase por alto este dato, así como la lengua y el pueblo que aún la utiliza, y absurdo que resalte en la palabra su cercanía a querer, envolviéndola así en aromas a poesía lila para que todo sea definitivamente ridículo. Confío en que la Academia de la Lengua Purépecha, que vela por su problemática conservación como lengua indígena, haga valer su legado y haga las legítimas reclamaciones a su homónima española por esta estupidez, a la vez que reclama, al pomposo instituto que la ha patrocinado simplemente un poco de rigor.
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