sábado, 18 de junio de 2011

Bonita promoción


Mujer purépecha, Clifford V. Johnson (2010)
Culmina la campaña mediática de esa solemne tontería, que bajo el título de Día del español ha ideado el Instituto Cervantes, con la elección de la «palabra más bonita del español». Abundaba entre las candidatas el espíritu doctrinal, el toque melifluo y los tonos pastel, pero en estos casos siempre es posible la sorpresa. Visto el resultado, se pudo haber elegido con mejor criterio algo como tonting (en el sentido de tonteo), una voz de fulgurante y prometedor futuro. Pero llevados los votantes por ese viejo instinto avasallador y colonial, que hace tabla rasa en su imperio lingüístico, se escogió la voz querétaro.

Mal vamos si para dignificar una lengua, el castellano en este caso, hay que ir sentando reales en las ajenas. De esta lengua en que escribo es conocido su escaso respeto por las restantes. Dos ejemplos, para no abundar: uno, hasta hace cuatro días todavía se traducían los nombres propios de otras lenguas (Guillermo Shakespeare); otro, es la única lengua que acepta las voces de su latín matriz tras someterlas a una vergonzante acentuación (álbum). Con lo de querétaro, basta tirar de Wikipedia para comprobar que es nombre propio vinculado a Santiago de Querétaro y proveniente del topónimo k'erhiretarhu, que en lengua purépecha podría significar lugar del gran pueblo o de la roca.

Es un poco humillante, casi insultante, que el proponente de la palabra, un actor mexicano, pase por alto este dato, así como la lengua y el pueblo que aún la utiliza, y absurdo que resalte en la palabra su cercanía a querer, envolviéndola así en aromas a poesía lila para que todo sea definitivamente ridículo. Confío en que la Academia de la Lengua Purépecha, que vela por su problemática conservación como lengua indígena, haga valer su legado y haga las legítimas reclamaciones a su homónima española por esta estupidez, a la vez que reclama, al pomposo instituto que la ha patrocinado simplemente un poco de rigor.


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