lunes, 13 de junio de 2011

Romance laxo



El empleo del romance por los angloparlantes siempre ha sido bastante peculiar. La idea que nos hemos ido haciendo el resto de los romanparlantes es que ellos prefieren manejarse con su vocabulario de raíz germánica, tan directo y económico siempre en sus monosílabos. Frente a esa querencia natural, el recurso a las voces romances parece reservado para las ocasiones en que quieren dotar a su discurso de cierta retórica. La posibilidad de disponer de un asidero alternativo, cuyo prestigio entronca con la cultura occidental más clásica, les permite ir revistiendo los conceptos, más o menos nuevos, con las galas propias de aquel pensamiento original.

Algo de verdad hay en esas suposiciones, pero casualmente no allá donde iba el acento. Lo que se puede afirmar es que el discurso clásico se ha acreditado con formas retóricas. En algunas lenguas, esas formas han sido las que han ido educando el oído en un romance estricto, mientras que para el inglés esas formas siempre fueron una opción suplementaria. Sin embargo, sería injusto creer que esa opción del inglés está únicamente propiciada por el oportunismo. Para verlo consideremos desde cada uno de los dos enfoques romances, el estricto y el laxo, un problema importante como la introducción de neologismos.

Entre los estrictos la pesada carga de la tradición es muy severa a la hora de dar crédito a neologismos, aunque su factura romance sea irreprochable. Sin embargo, los ingleses, como representantes del romance laxo, no hacen ascos a voces como «depletar», que les vale sin objeciones como acción inversa a «completar». Para ellos el juego de verbos y proposiciones es una forma cómoda y familiar de nombrar la acción, que es fácilmente trasladable al terreno de los radicales y prefijos preposicionales. Los estrictos, por el contrario, han dejado de ver los prefijos en las palabras para ver sólo palabras enteras y acreditadas. Es así como entre los aprendices estrictos puede llegar a sorprender una relación como la existente entre «inyección», «deyección», «proyección» y «eyección». Salvada la sorpresa y admitida la relación, probablemente aceptarán de mejor grado «preyección», «contrayección» o «conyección», si un concepto lo requiere. Los laxos miran menos a la tradición y están hechos además a tomar los polisílabos más como una conjunción de monosílabos significantes que como mera suma de fonemas. Consecuentemente, admitieron hace siglos «deplete» con la misma naturalidad con que habían recibido «complete», y le adjudicaron de inmediato un significado bastante preciso. No deja de ser paradójico que, sintiéndose los estrictos romanparlantes propietarios y fieles intérpretes del romance, tengan que recibir por boca de los laxos pruebas de que éste es un instrumento todavía flexible, por lo menos en lo tocante a su léxico.


No hay comentarios: