miércoles, 29 de junio de 2011

¿Realmente existe nuestro personaje?


Cartel de Valentina Nesci
En el escenario, la cuestión para Hamlet es ser o no ser, pero al salir de él la cuestión se vuelve reproducir si nos planteamos hasta qué punto el propio Hamlet es. Aquí vamos a progresar desde esa dicotomía existencial hasta la paradoja. Y digo progresar, porque en las paradojas siempre encontramos una piedra de toque para nuevas teorías. Para el espectador de teatro la oposición básica es la que existe entre realidad y ficción, como dominios de lo verdadero y de lo falso. Esto sería lo básico, y a partir de ahí habrá que preguntarse si el personaje Hamlet realmente existe o no. De afirmarlo será sobreentendiendo que ese personaje no es el príncipe de Dinamarca sino un personaje basado en él. La idea de personaje queda generalmente muy debilitada frente a la realidad, así que deberíamos ser más explícitos. Siguiendo a James Cargile en su Paradoxes (1979), decir «Realmente hay héroes de ficción» suena a cierto, pero si decimos «Los héroes de ficción realmente existen» la cosa suena falsa. El juego veritativo cambia con la virtualidad del adverbio realmente y depende de lo que éste apoye. Si resalta la cuantificación, dando a entender que existe algo que denominamos héroes de ficción, el propio Hamlet justificaría esa existencia y el enunciado resultaría verdadero. Si, por el contrario, el realmente subraya la predicación de existencia a fuerza de insistir en que realmente existen cosas cuya ficción se reconoce, los propios términos hacen falso el enunciado. Podríamos estirar un poco el asunto e integrar ambos enfoques volviendo al teatro con un enunciado digno de estudio: «Realmente existen obras tales que su única propiedad es que no existen realmente». Llegados a esta paradoja, lo interesante es que su validez respondería la cuestión inicial, porque en obras como esas tendríamos sin duda asegurado un papel.

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