Lo mejor de la conocida cita del gramático latino del siglo IV Elio Donato, que aún reluce bajo la frente transparente de nuestros académicos y universitarios, es que con ella sobran todas las demás. Como encomienda no la hay mejor para aleccionar a pupilos y meritorios, sabedores de que siguiéndola serán acogidos en el confortable círculo de la complicidad. Una vez en él, tras la lectura de unas páginas y sin pedir más permiso, la mera transcripción al cuaderno de los caudales ajenos los irá haciendo dueños de toda la sabiduría editada y beneficiarios absolutos de sus rentas.
Respecto a su origen, la cita vendría de un comentario de Terencio al Eclesiastés en el que deja caer: «nullum est iam dictum, quod non dictum sit prius» (no se dice nada, que no se haya dicho ya antes). Lo que Elio Donato, según su discípulo Jerónimo de Estridón (al que se tiene por santo), reafirma con una sentencia aún más tajante:
Pereant qui ante nos nostra dixerunt, que vendría más o menos a decir Que desaparezcan quienes antes que nosotros dijeron lo que nosotros.
Coro de doctorandos y doctrinos |
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